viernes, 5 de febrero de 2010

Recordando a Èmile Cohl


Definir algo en una sola frase es muchas veces difícil, sin embargo encontramos algunas excepciones, tal es el caso de la animación. Si hablamos de animación podremos definirla en una sola frase: Émile Cohl.

Émile Cohl ostenta el muy preciado titulo de padre de la animación e inventor del dibujo animado, incluso fue primero que Walt Disney. Fue creador de la animación y sus diversos géneros, fundador del dibujo animado cinematográfico, un gran caricaturista y colaborador de todos los periódicos cómicos de la época. Su primer trabajo “Fantasmagorie” estrenado en 1908 es el primer dibujo animado de la historia, se componía de 700 dibujos y el corto tenía una duración de 2 minutos. En él se empleaba la animación con tiza, pero sin usar negativos ni impresos en papel en blanco, todo dibujado directamente sobre una pizarra.

Lo destacable del trabajo de Émile Cohl está en que escribe los argumentos de las películas mientras los va rodando. Así, lo que hacía era colocar un dibujo delante de la cámara, lo fotografiaba, lo calcaba en otra hoja con unos ligeros cambios, e iba fotografiando cada dibujo hasta el final. Pensemos que estamos a principios de siglo, y que esta técnica era algo innovador para la época. Realizar este proceso suponía que las imágenes no temblaban y el argumento fuera espontáneo. Sin embargo, el problema residía en que Cohl tenía que calcular los plazos de realización de la película con antelación, lo que demandaba para el proceso de desarrollo de la misma mucha dedicación y tiempo.

La idea de Émile Cohl no fue solamente una intuición sino el comienzo de un arte que él llevó tan lejos como los medios de la época se lo permitieron (vale decir, sin color ni sonido) e incluso hasta los límites extremos de lo cómico y de lo surrealista. Abre el camino de la fantasía y de los mundos oníricos. Cohl, además, no animaba objetos sino caracteres autónomos con personalidad propia, de ahí que se le considere el precursor específico de los cartoons.